La semana pasada, internet me entregó varias referencias a algo titulado “50 Shades of Grey”, con comentarios que lo asociaban con la serie de Twilight. Lo primero que se me vino a la mente es el disco de la banda de numetal white trash, Staind, llamado “14 Shades of Grey”, pero dado que dicha producción discográfica salió al mercado cuando yo me encontraba en mi frágil y vulnerable etapa adolescente colegial (motivo por el cual ubico un par de canciones del desafortunado disco en cuestión), supuse que no se trataba de la misma referencia cultural. Con un poco de lectura al respecto, pude aprender que 50 Shades of Grey es una serie de novelas eróticas basadas en la saga de Twilight, concebidas en el género literario (si así se lo puede llamar) del fanfiction. Y, tal como Twilight, y porque los seres humanos nunca aprenden de sus errores, es una saga de tres libros.
Imaginen mi sorpresa al enterarme que no solo una, sino tres obras nacidas en la libidinosa cuna del fanfiction fueron publicadas y ahora son distribuidas al público en Barnes and Noble, junto con Lovecraft y el mismísimo Shakespeare. “Debe haber escasez de buenos manuscritos”, pensé, pero no me tomó mucho razonar que hasta el poema mas drogadicto salido de la cabeza de algún hippie desahuciado por SIDA, es mejor que fanfiction. Y de Twilight, para colmo. Entonces entendí que el fenómeno de pre-adolescentes vampiros está desbordándose de su cauce aceptable.
Sin embargo, no tengo más que decir sobre los fans de Twilight. Adolescencia es adolescencia, fans son fans. No tengo cómo culparlos. Yo era “punkera” o algo así. Y Staind, supongo que eso es bastante malo también… no era fan ni nada pero escuchar esa banda una vez en la vida debería ser motivo suficiente de completa marginación social. Uno no puede ir por la vida reprochando los gustos cuestionables de la gente, eso es gay. Esta vez criticaré al mundo del fanfiction en el asunto de 50 Shades.
Para quienes no estén familiarizados con el término, fanfiction, tal como lo indica el portmanteau, es ficción que toma elementos de la vida real y de las fantasías de la gente, como personajes de sus historias. Por personajes, me refiero desde Justin Bieber hasta Chewbacca. Para probar que la humanidad es un gran colectivo de seres impulsados por el sexo, la mayoría de estas historias son del tipo erótico… algunas hasta más que cualquier película de las Noches de Clímax de Cinemax. OBVIAMENTE, la demográfica de autores de fanfiction incluye en un 90% a adolescentes en etapa colegial, y el 10% restante, a niños con conflictos de identidad sexual.
Cuando era adolescente desocupada, desperdicié algunas horas de mi vida en la comunidad de Quizilla, que vendría a ser como el birthplace y hometown del fanfiction. En mi época, las niñas fantaseaban mucho sobre Harry Potter, personajes de animé y niños maricas de bandas emo como AFI. En realidad no me interesaban ninguna de esas cosas. Quizilla me introdujo a una generación de niñas como yo que escribían sobre lo que les gustaba (sexo homosexual entre Harry Potter y Ron Weasley, generalmente), y eso me sirvió de motivación para empezar estudios en Comunicación Social antes de salir del colegio. También me introdujo al mundo de las fans locas de Trent Reznor, el universo de las NINtards y aquellos otros idiotas que compulsivamente veneraban el pene del líder de Nine Inch Nails.
Las niñas crecieron, Quizilla se fue a la mierda con un rediseño funesto y no he vuelto a entrar ahí hasta el día de hoy. Al enterarme que 50 Shades of Grey empezó en una comunidad de fanfiction (no sé cuál, no me interesa y probablemente no es Quizilla), sentí la necesidad de leer el libro y juzgar por mi propia cuenta si este curioso escrito merecía ser publicado más que mi primera novela. Pensé que la autora Erika Leonard (bajo el pseudónimo de E.L. James), había realizado un trabajo excepcional de redacción, ya que por su naturaleza, la industria le pondría más obstáculos que al manuscrito corriente, antes de publicarlo. Pensé.
Me bajé los libros gracias a un bondadoso pirata que los subió en Filestube. Empecé a leer el primero, el que tiene a todos escupiendo halagos a diestra y siniestra. Leí un tercio, aproximadamente, en una hora.
No, no era bueno. Digamos que no puedo asegurar que mi primera novela será mejor, pero creo que soy capaz de producir algo menos vomitivo. La narrativa es inmadura, el lenguaje es pobre y limitante, y los personajes parecen salidos de la mente de una quinceañera fan de los Jonas Brothers. Pude apreciar que para ser una obra de fanfiction, la autora tiene un buen manejo de ideas, las que presenta de manera ordenada y a veces creativa, pero eso no le da mérito alguno al hecho de que es una novela bastante pobre.
La heroína tiene 21 años y está en la universidad. El héroe tiene 28 (creo) y es un multimillonario que maneja un helicóptero. Ambos usan Converse. Para una cita. No debería decir nada más, pero hay muchos otros detalles que me llenan de tristeza el alma. Se supone que es una novela de sadomasoquismo, y él es el dominante que replica este rol en todos los aspectos de su vida, pero aún así, es del tipo de hombre que coquetea con frases como: “Yo sé que ese labio es apetitoso pero ¿podrías por favor dejar de mordértelo?”. Si a mí alguien me dice eso, me lo sueno con el zapato y salgo corriendo.
Sólo tuve la oportunidad de leer un par de escenas sexuales (ninguna de BDSM, gracias al cielo), y no encontré nada diferente. El tipo, portador de un pene gigantesco, le quita la virginidad amorosamente a la tipa, tienen sexo muchísimas veces y este siempre termina en orgasmos enloquecidos. Porque así es la vida real, siempre, y si algo se puede alabar del género es su apego a la realidad (hasta usa gente real como personajes).
Las historias de fanfiction son una proyección de la inmadurez mental de las fans enardecidas de cualquier cosa, y no deberían ser tomadas como más que entretenimiento ligero y desechable. En fanfiction, todos los personajes tienen penes gigantescos y son estrellas porno sin cámaras. En la vida real, los personajes tienen personalidades desarrolladas, muestran virtudes y defectos, como todos los seres humanos. Todos los personajes de fanfiction son iguales; en la vida real, nadie es así de perfecto.
En resumen, 50 Shades es una triste, patética y desganada historia para mujeres sin vida sexual activa y con menos valor literario que una edición de Condorito. Lo están leyendo? Qué tristeza que el público lector sea tan ingenuo como para tragarse el cuento de que eso es una obra editorial de calidad.
Me imagino que toditos ustedes están ya revisando Amazon para comprar una copia de 50 Shades, porque así de gays son y no me queda más que aceptarlos. Háganlo no más, que yo iré a odiar al mundo desde mi cuarto, y quizás, con un poco de suerte, volcaré todos esos sentimientos de frustración en un manuscrito mejor que una simple obra de fanfiction.